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(PDF) El carnaval como critica del poder

El carnaval como critica del poder

El argumento al que Negri recurre en algunas de sus obras, proponer no una, sino dos modernidades, no debería resultar extravagante. Véase, por ejemplo, Cinco caras de la modernidad de Matei Calinescu, donde se habla de "(…) dos modernidades conflicti-vas e interdependientes-una socialmente progresi-va, racionalista, competitiva y tecnológica; la otra cul-turalmente crítica y autocrítica, inclinada a desmitifi-car los valores básicos de la primera" 1. Pero Negri, además, dota a la "modernidad perdida" de un árbol genealógico de pensadores, al que no habría que for-zar demasiado para incluir a Nietzsche. Esta genea-logía podría completarse con una serie de escritores, encabezados por Rabelais, que Bajtin plantea en su ya clásico La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. Según Hardt y Negri, "La modernidad no debe entenderse como un proceso uniforme y homogéneo, sino más bien como un fenómeno constituido al menos por dos tradiciones distintas y en conflicto. La primera es iniciada por la revolución del humanismo del Renacimiento, desde Duns Escoto hasta Spinoza, con el descubrimiento del lugar de la inmanencia y el elogio de la singularidad y la diferencia. La segunda tradición, el Termidor de la revolución renacentista procura controlar las fuerzas utópicas de la primera mediante la construcción y la mediación de dualis-mos, y llega finalmente al concepto de soberanía moderna como una solución provisional" 2. No vamos a seguir aquí este complejo proceso, pero inte-resa destacar algunos rasgos del conflicto para com-pararlos luego con el que enfrentará a la cultura ofi-cial y a la popular en Bajtin. Siguiendo el planteamiento de Hardt y Negri, entre los años 1200 y 1600 se produjo en Europa el descubrimiento de la inmanencia, como resultado de un proceso secularizador que desautorizaba a los poderes divinos y trascendentes en las cuestiones mundanas. Se inicia una concepción antidualista en la filosofía, experimental en la ciencia y una tenden-cia hacia determinadas políticas "democráticas", pero al mismo tiempo se abre una profunda crisis que acompañará desde entonces a la modernidad. Se trata de un modo revolucionario de la modernidad que, inevitablemente, produjo una contrarrevolu-ción, surgida "dentro de la revolución renacentista para desviar su dirección, para trasladar la nueva imagen de la humanidad a un plano trascendente, para relativizar la capacidad de la ciencia de transfor-mar el mundo y, sobre todo, para oponerse a que las multitudes volvieran a apropiarse del poder". Dicha contrarrevolución triunfó finalmente, e impuso una serie de trascendencias religiosas, políticas y econó-micas. Llegará incluso a transferirse la trascendencia de Dios al Hombre. La paz impuesta por la guerra de los Treinta años transformó la paz humanista y eras-mista en una "condición miserable de supervivencia, el apremio extremo de escapar a la muerte", explo-tando la angustia y el temor de las masas. Sin embargo , toda una tradición de pensadores levanta acta de ese impulso revolucionario: Nicolás de Cusa, Marsilio de Padua, Maquiavelo, Spinoza, Marx… Dicha tradición, desde el origen de una moderni-dad conflictiva, se sitúa en un plano digamos "teóri-co"; sin embargo, puede hablarse de otro "canon", más literario, complementario del bando defensor de la inmanencia. En palabras de Negri, la modernidad se inaugura con la risa de Rabelais, "con la suprema-cía realista del vientre del pobre, con una poética que expresa todo lo que hay en la humanidad desampa-rada, 'de la faja central hacia abajo'". Revela do ra-mente, para Bajtin, determinadas manifestaciones de la risa popular que formaban parte de la "cultura carnavalesca" se oponían a la cultura oficial en la Edad Media y el Renacimiento. Dichas expresiones de la comicidad medieval encontraron su expresión suprema en la obra de Rabelais. "Ofrecían una visión del mundo, del hombre y de las relaciones humanas 1 Matei Calinescu, Cinco caras de la modernidad, Tecnos, Madrid, 1990. 2 Michael Hardt, Antonio Negri, Imperio, Paidós, Barcelona, 2005.