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La propuesta didáctica entiende el paisaje como un producto social, geográfico e histórico. Adopta el punto de vista de las geografías humanista y de la percepción para interactuar las percepciones actuales de cada alumno, ante el paisaje actual de El Campello (Alicante), con las vivencias de Rafael Altamira ante el mismo volcadas en sus novelas ambientadas en este medio (1895, 1903). Las fuentes literarias aportan la visión sentimental del autor, condicionado por las circunstancias de su tiempo. Proporcionan un conocimiento cualitativo a la valoración y al comportamiento de otras generaciones en la construcción del paisaje. En última instancia, el uso de la literatura para entender nuestro paisaje local contribuye al desarrollo en los alumnos y alumnas de la competencia social y ciudadana, en sus aspectos de comprensión, estima y defensa del paisaje y el uso responsable del medio.
Espacio, tiempo y forma. Serie V, Historia …, 1990
Antigua Matanza, 2022
No corresponde
Investigaciones de Historia Económica, 2010
Espana Contemporanea Revista De Literatura Y Cultura, 1995
La literatura española del siglo XIX se escribe, en gran medida, en provincias. Aunque las grandes capitales conservaran su privilegiado puesto en el mundo editorial y literario, se produce un lógico y ya analizado proceso de dispersión que permite la incorporación de pequeñas y medianas ciudades a estas actividades, y no de forma anecdótica. El olvido de esta circunstancia sería absurdo si pretendemos trazar la evolución de cualquier género literario durante el siglo XIX. El cuento o, en términos más generales, la narrativa breve no constituye una excepción. Por lo tanto, cualquier panorama general debe intentar abarcar la realidad de una literatura de provincias que, a su manera, incorporó la mayoría de las innovaciones que se produjeron en los distintos géneros. En anteriores trabajos 1 he procurado satisfacer este objetivo general centrándome en el caso de Alicante; en esta ocasión nos limitaremos a la narrativa breve publicada por los autores alicantinos de la época, haciendo hincapié en la del polígrafo Rafael Altamira (1866-1951), cuya enorme valía en tantos campos de las ciencias jurídicas e históricas ha dejado en un segundo plano su obra narrativa. No cabe duda de que los lectores alicantinos eran aficionados al cuento y a las diversas formas de la narrativa breve del siglo XIX. No tenemos datos acerca de la difusión y venta de ejemplares de las ediciones nacionales de los grandes autores del género. Sin I
Miguel Cabañas Bravo y Paula Barreiro López: "Introducción: La Escuela de Altamira y Ricardo Gullón". Astorica, nº 32, 3ª época (nº monográfico dedicado a “Ricardo Gullón y la Escuela de Altamira”, edición al cuidado de Miguel Cabañas Bravo y Paula Barreiro López), León, 2013, pp. 17-19, 2013
http://hdl.handle.net/10261/90282 Se presenta e introduce el número monográfico 32 de la revista Astorica (2013), dedicado a "Ricardo Gullón y la Escuela de Altamira". A finales de los años cuarenta del pasado siglo XX, venía sintiéndose en España la necesidad de contar con una plataforma de debate y proyección del arte contemporáneo avanzado. Y la idea comenzó a concretarse y fraguar en 1948, cuando el artista alemán Mathias Goeriz "descubrió" las cuevas de Altamira y, junto a Ricardo Gullón, Pablo Beltrán de Heredia yÁngel Ferrant, decidieron fundar la Escuela de Altamira en Santillana del Mar; para lo que contaron con la oficiosidad y el respaldoque les prestó Joaquín Reguera Sevilla, entonces gobernadorcivil de Santander. La Escuela, más allá de las visiones particulares de cada componente, se concibió como un grupo dinamizador y aglutinador de esfuerzos dispersos, que permitiera reentroncar con la línea deactividad vanguardista rota con la guerra civil y relanzar el arte avanzado del momento. Aparte de la creación en 1949 de la efímera revista "Bisonte", y la publicaciónde varias monografías de artistas (las de "Alberto Sartoris" por Luis Felipe Vivanco, "Ángel Ferrant" por Ricardo Gullón y "José Lloréns Artigas" por Sebastià Gasch), su actividad principal se centró en la organización de "semanas" de conversaciones y debates sobre arte contemporáneo,con vocación internacional, que pronto se vieron acompañadas de exposiciones artísticas complementarias. La primera de estas Semanas de Arte tuvo lugar en Santillana del Mar, en septiembre de 1949, y la Segunda, que estuvo acompañada de una exposición de composiciones abstractas de Carla Prina en la Sala Proel, de nuevo se realizó en la misma ciudad, en septiembre de 1950. Finalmente, hubo una última y poco conocida Tercera Semana de Arte, efectuada en noviembre de 1951 en Madrid, con motivo de la celebración de la I Bienal Hispanoamericana de Arte, la cual marcaría un nuevo rumbo en la forma de actuación de los "altamireses", cuyas actuaciones desde ahora quedarían más claramente amparadas o absorbidas por la iniciativa oficial, la cual prestaría cierta apoyo a los objetivos de los miembros de la Escuela con su vínculo a actuaciones institucionales como el citado certamen hispano o los Cursos de Verano de la UIMP de Santander. http://hdl.handle.net/10261/90282
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