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(PDF) Los nuevos lectores

Los nuevos lectores

2002, Tonos Digital Revista Electronica De Estudios Filologicos

Según la afirmación ya clásica de Walter J. Ong[1] el concepto occidental de literatura está ligado profundamente a una forma muy concreta de actualización de la obra literaria, la del lector, y la del lector que surge a partir de la invención de la imprenta. Es una realidad ni mucho menos común ya que la lectura está relacionada con los índices de alfabetización, de ahí que el acceso a la literatura durante siglos haya sido ante todo oral y colectivo, dos condiciones que no se dan, ni mucho menos, en la lectura tal y como la hemos entendido durante siglos, en su dimensión mental, en silencio e individual. De hecho podemos encontrar varias etapas históricas en las que la forma de acceder a la literatura ha sido radicalmente distinta. Debemos centrarnos en los tipos de lectura, o en la materialización concreta del mensaje cifrado por la palabra. Desde la antigüedad clásica nos llega el lector como oyente e incluso espectador o actor, y sobre todo como realizador de lo escrito, como aquel que descifra e interpreta. La "scriptio continua" es una consecuencia de esta manera de entender la realización de lo escrito. Imita el discurso oral, entendido como un "continuum" y es preciso saber interpretar lo que aparece ante los ojos de tal manera que el aprendizaje de la lectura estaba unido al de la oratoria. El lector interpreta el texto para los oyentes, y en esa medida es autor también. La oralidad anima, de nuevo, el difícil equilibrio del que crea leyendo. Es un acto único, irrepetible, como en la comunicación oral, con la diferencia de que la partitura, lo escrito, no cambia, o al menos es la referencia necesaria. Una segunda etapa, que convive con la primera, es la que nos presenta al lector como copista o como filólogo en la tradición bizantina. Es aquel que reconstruye no sólo el mensaje escrito sino también el mundo que sustenta la creación de esa obra. Las cuatro etapas en las que se divide el comentario clásico, y a las que atiende el copista, son cifra del arduo esfuerzo por mantener un legado en un mundo que ya no se realiza con la inmediatez de la oralidad, sino que ocupa parcelas estrechas y lugares recónditos. Lectio, emendatio, enarratio y iudicium [2] son los pasos previos y finales de esa reconstrucción que deja al texto desgajado del mundo en el que ha nacido, hasta el extremo final, el de crear un mundo nuevo, reconstruido, para la posteridad. El lector, por lo tanto, debe tener una competencia añadida, la de ser capaz de descifrar, distinguir y recrear lo que aparece ante sus ojos. La lectura, de nuevo, es en voz alta. A diferencia de la lectura