A Contratiempo | Conocimiento y diálogo de saberes en el ejercicio profesional del músico colombiano: algunas ideas sobre lo que …
www.musigrafia.org/acontratiempo/?ediciones/revista-25/artculos/conocimiento-y-dilogo-de-saberes-en-el-ejercicio-profesional-del-msico-colombi… 1/6 Conocimiento y diálogo de saberes en el ejercicio profesional del músico colombiano: algunas ideas sobre lo que ganaríamos si decidiéramos bajarnos de la torre de marfil Línea temática en el coloquio La Música como Profesión: Diálogo de saberes, conocimientos y ciencias desde la música. Descripción de la línea: Considera la permanencia de la Música en todas las culturas; subraya su apertura como un saber y un lenguaje contemporáneo, más allá de las definiciones disciplinares de la modernidad, y revaloriza el diálogo que puede establecer con otros saberes y ámbitos experienciales. ¿Qué es la música? Un arte, un saber, una forma de conocimiento, un tipo de destreza, una ciencia, un oficio, una profesión… evidentemente, se trata de una pregunta que no tiene una sola respuesta porque ésta depende de la posición de quien pregunta y del entorno cultural de quien pretende responder. De hecho, en algunas culturas del mundo ni siquiera existe el concepto occidental de música, sino que existen términos que definen expresiones sonoras con sentido religioso o estético que podríamos reconocer o asimilar al concepto occidental que nosotros manejamos. Qué es la música, cómo es, quién la hace, de quién es, para qué sirve, todas esas son preguntas cuyas respuestas varían de una cultura a otra, lo que hace que inevitablemente haya un nivel de inconmensurabilidad al intentar comparar un músico de un ensamble de gagaku de la corte imperial japonesa, un oboísta de la Sinfónica de Berlín, y un gaitero de los Montes de María en el Caribe colombiano. Creo no equivocarme si dijera que todos los aquí presentes estarían más o menos de acuerdo con esta bonita declaración etnomusicológica de relativismo cultural. Pero la cuestión es que esa relación de horizontalidad entre prácticas y practicantes de diversas expresiones musicales no funciona así en la vida cotidiana. La verdad es que las sociedades establecen jerarquías, ponen unos más arriba y otros más abajo como resultado de una compleja combinación histórica de costumbres, usos e ideologías. En Colombia, el reconocimiento de la nación multicultural en la Constitución de 1991 implicó abandonar la idea de que había una sola cultura legítima, la cultura occidental moderna, y que expresiones locales como la música de gaitas también eran merecedoras del reconocimiento, apoyo y fomento por parte del Estado. De alguna manera, las nuevas políticas públicas acogieron elementos de la crítica al discurso de la modernidad, que decía que Colombia es un país subdesarrollado que tenía una sola vía para volverse moderno, esta era, parecerse lo más posible al modelo capitalista de desarrollo marcado por Europa y Estados Unidos. Durante casi doscientos años, las sociedades de los países latinoamericanos buscamos parecernos lo más posible al llamado "primer mundo", no solo copiando los modelos económicos y políticos, sino también los símbolos y las expresiones de la cultura europea (primero) y la cultura norteamericana (después). En ese sentido, el nuevo discurso de la multiculturalidad erosionó las estructuras que mantenían esas jerarquías y, al menos en ese nivel discursivo, la orquesta sinfónica y el conjunto de gaitas dejaron de estar uno arriba y el otro abajo, y pasaron a ocupar el mismo nivel horizontal. Pero el discurso no es igual a la realidad. Si acaso, podríamos decir que ayuda a construirla. Para hacer efectiva la horizontalidad del paradigma de la multiculturalidad se precisa, en primer lugar, de un cambio en las estructuras mentales, y para eso se requiere voluntad. Las estructuras mentales no se cambian por decreto, es necesario que los diferentes actores sociales adviertan los cambios y tengan la voluntad de sentarse seriamente a discutir qué implicaciones tienen estas nuevas maneras de ver la realidad en sus prácticas y actividades cotidianas. Creo que eso es lo que estamos haciendo aquí, y mi impresión es que 24 años después de que se haya introducido el paradigma de la multiculturalidad, el sector académico de la música no está respondiendo satisfactoriamente al reto. Y lamento decirlo, pero las instituciones de formación de músicos profesionales, como las universidades y los conservatorios, están entre los actores más reacios a reconocer y discutir las consecuencias de esa transformación. Sé que esta afirmación no me hará muy popular entre mis colegas profesores universitarios, no obstante a continuación voy a presentar algunos argumentos acerca de cómo la ocurrencia de algunos acontecimientos históricos recientes, y la persistencia de ciertos modelos epistemológicos del pasado, pueden ayudar a explicar por qué nos cuesta tanto trabajo reconocer que en la educación musical universitaria vivimos en una torre de marfil, y por qué tarde o temprano tendremos que bajarnos de ella. Voy a comenzar con un tema delicado. ¿Qué hace que un músico sea reconocido socialmente como un profesional? ¿Que haya pasado por la universidad y tenga un diploma que lo acredite como tal? Todos sabemos que la cosa es mucho más complicada que eso, empezando porque la formación profesional del músico es un fenómeno muy reciente en nuestro país. Si aceptáramos la premisa de que quien es profesional es porque se graduó de un programa universitario, llegaríamos al absurdo de declarar que músicos reconocidos históricamente como hitos de la música popular colombiana como Lucho Bermúdez o José Barros no fueron músicos profesionales. En este momento no entraré